domingo, 19 de abril de 2009

Sanshiro: modernidad y tradición.



Se están publicando recientemente algunas de las principales novelas de uno de los mejores escritores japoneses de todos los tiempos: Natsume Sōseki (cuyo nombre real era Natsume Kinnosuke -1867-1916). La última en aparecer ha sido Sanshiro (Madrid, Impedimenta, 2009), novela que hace de puente entre sus otras dos obras más destacadas, recientemente publicadas en español: Botchan y Kokoro.

La novela es un fascinante y sutil viaje iniciático de un estudiante que llega a la Universidad de Tokio a hacer carrera. Cuenta sus primeras experiencias en la gran ciudad: sus modelos intelectuales y vitales, los descubrimientos y las decepciones, así como el primer y fantasmal gran amor. Los encuentros y las expectativas hacen que la vida sea un permanente descubrimiento de lo que hay bajo la apariencia, descubrimiento que Sanshiro hace siempre con humor, un toque de melancolía y buen corazón. Nada hay de rencor ni deseo de venganza en su actitud, sino contemplación, a veces apesadumbrada. Sanshiro es todo lo contrario de un egocéntrico: eso le hace ser aceptado por todos, que le abren su corazón y lo convierten en un testigo de excepción.

Como otras novelas de Sōseki, abundan los elementos autobiográficos: el propio autor fue profesor de Filología Inglesa en la Universidad de Tokio, en sustitución de Lafcadio Hearn. El ambiente de esa facultad y las peticiones de los alumnos para que las cátedras de filología caigan en manos de japoneses en lugar de los profesores extranjeros están presentes en la novela.

Todo elemento de tragedia (y en Sanshiro esta aparece de forma lateral pero de manera brutal) queda atenuado por la ironía y una fina sátira del entorno cargada de melancolía, pero desprovista de amargura. Ante la vida y sus conflictos y contradicciones, ante la fugacidad de todas las vivencias y la falta de plenitud, sólo cabe un camino desde la sabiduría: la serenidad.

El principal foco de atención de Sanshiro es la joven Mineko, por la que se siente fascinado a través de unos pocos encuentros fortuitos y de la que finalmente sabe que posa para un cuadro que terminará llamándose La mujer del bosque. Mineko aparece en la novela como una imagen artística con un fondo impenetrable, pero al mismo tiempo como alguien frágil que optará por ceder su libertad, que mostrará el mismo miedo e inseguridad que el provinciano Sanshiro. Ambos no dejan de ser niños perdidos (stray sheep!).

Hirota, el profesor de instituto que hace de alter ego de Sōseki y que es presentado como modelo de sabiduría y serenidad, cuenta un sueño en que la mujer de la que está platónicamente enamorado no cambia: “Eres un cuadro”, le dice él. “Tú eres un poema”, responde la mujer del sueño. De la misma manera, Mineko, con toda la modernidad de la metrópoli, encarna el ideal del viejo Japón, de la diosa Amaterasu del Kojiki y de Kaguyahime, la princesa resplandeciente del Cuento del cortador de bambú. Incluso el gusto por la belleza y la dedicación al arte pueden ser considerados como lo esencial del carácter del periodo de Kioto de la literatura japonesa y hasta de su carácter como pueblo. La pérdida de Mineko es también la pérdida de un Japón que ha quedado en el pasado para siempre. El vivo cuadro que era Mineko en sí misma, casada ya con un cristiano, ha dado paso a un cuadro desproporcionadamente grande y superficial que a lo sumo sólo podrá evocar un pasado esplendoroso e irrecuperable.

Por el contrario, el profesor Hirota es un profundo conocedor de la literatura y la filosofía de tradición occidental y, sin embargo, el fondo del Japón tradicional subyace a todo su conocimiento. En primer lugar, en su consideración contemplativa de la vida, carente de ambición y competitividad, en su confuciana forma de ocupar el lugar correspondiente y conducirse con dignidad. Tras los discursos filosóficos y eruditos propios del intelectual europeo se esconde una profunda visión de la vida que llega desde lo más hondo de la tradición japonesa. Pero él no es una pintura, sino un poema, cargado de sentido, aunque haya que buscarlo en el subconsciente (a él mismo se le manifiesta en un sueño). Hirota representa esa fusión entre tradición y modernidad tan japonesa, el punto de equilibrio por el que la tradición se hace el soporte y da sentido a todas las innovaciones y préstamos de Occidente. Al fin y al cabo, la época clásica de la cultura japonesa no fue sino una exitosa adaptación de la cultura china al pathos japonés.

La época de Sōseki es la de una occidentalización que hace que el Japón tradicional parezca extraño y opresivo, así como el influjo extranjero, por lo que los personajes se encuentran perdidos en el medio del camino. En el encuentro central de Sanshiro y Mineko a solas, ambos hallan un lugar en el que descansar, en la naturaleza, lejos del mundanal ruido, junto a un río. En Tokio, sin embargo, son dos niños perdidos que se encuentran y desencuentran en contextos sociales cambiantes.

lunes, 13 de abril de 2009

Artículo de El País sobre los retos del nuevo ministro de Educación


Desvelos para el nuevo ministro

Gabilondo se hace cargo de una cartera que habrá de lidiar con los cambios en la Universidad, pero también con el fracaso escolar o la reforma del Bachillerato

J. A. AUNIÓN - Madrid

EL PAÍS - 13-04-2009
Las universidades han vuelto al Ministerio de Educación un año después de su traslado a Ciencia e Innovación, algo que han celebrado con entusiasmo los sindicatos, la mayoría de los estudiantes y, en general, la mayor parte del sector educativo. Y para encargarse de la reunificada cartera de Educación, llega un hombre que conoce muy bien la Universidad, Ángel Gabilondo, hasta ahora rector de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas.

Sustituye a Mercedes Cabrera, que llegó al cargo en 2006, recién aprobada en el Congreso la actual ley educativa (LOE), precisamente para dar un impulso a la reforma de las universidades para adaptarlas a Europa (el Proceso de Bolonia). El impulso se dio, y ahora llega Gabilondo para terminar de acometer los cambios sorteando la incómoda revuelta estudiantil que se ha levantado en su contra. Diplomático y dialogante, se ha destacado su capacidad de gestión y su profundo conocimiento de la Universidad para hacerse cargo de esa tarea.

Pero también tendrá que vérselas con la educación no universitaria, un terreno políticamente pedregoso y víctima de constantes controversias y luchas partidistas. El nuevo ministro tomó las riendas de Educación la semana pasada, ofreciendo diálogo a todos los sectores y un pacto en todos los niveles de la educación. Y lo hizo en un momento en el que la culminación de la puesta en marcha de la ley educativa está encontrando dificultades en el Bachillerato, con un ambicioso plan contra el abandono escolar a medio hacer y con una reforma de la Formación Profesional que deberá llevar a cabo a medias con el Ministerio de Trabajo. Pasado lo peor de la tormenta por el boicoteo a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, éstas son algunas de las brechas abiertas con las que Gabilondo tendrá que lidiar:

- Fracaso escolar. Ese 31% de jóvenes de 18 a 24 años que deja de estudiar después de la educación obligatoria, buena parte de ellos porque no obtuvieron el título básico, el de la ESO, ha sido permanentemente señalado como el gran problema de la educación española. En noviembre del año pasado, ministerio y comunidades autónomas acordaron un plan para conseguir atajar esa alarmante tasa de abandono escolar, con un diagnóstico común y unas medidas dirigidas a flexibilizar las entradas y salidas de cada tramo educativo (ESO-FP-Universidad).

Tras varios meses, el plan aún no ha recibido mayor concreción. El mes pasado, el Consejo Escolar del Estado (máximo órgano consultivo en esa materia) y los 17 presidentes de los consejos escolares autonómicos aprobaron un acuerdo para apoyar el plan y pedir al Gobierno y las comunidades que lo impulsen.

- Flexibilización del Bachillerato. El Tribunal Supremo tiró para atrás el mes pasado la posibilidad de que los alumnos que suspendieran tres o cuatro asignaturas en 1º de Bachillerato pudieran repetir sólo las cateadas y completar el año escolar estudiando dos o tres materias de 2º. La medida, que pretendía luchar contra el abandono escolar en el Bachillerato, fue rechazada por el Supremo por una cuestión de forma, ya que estaba recogida en un real decreto y no en la ley educativa.

Así, el equipo de Mercedes Cabrera no se resignó y se puso a buscar la forma de llevar a cabo esa flexibilización a pesar de la sentencia. Los trabajos aún continuaban justo antes de la llegada del nuevo ministro, pero, en cualquier caso, el tiempo se agota, ya que antes del verano los alumnos que pasan de 1º a 2º deberían saber qué se encontrarán el próximo curso.

- La nueva selectividad. Muy vinculado a la reforma del Bachillerato está la reforma de la selectividad. En este caso, el ministerio ya diseñó y aprobó el nuevo modelo (que introduce una prueba oral de inglés y en el que unos exámenes contarán más que otros, dependiendo de la carrera que se quiera cursar). Ahora son las comunidades autónomas y las universidades las que tendrán que diseñar las nuevas pruebas, ya para el año 2010.

- La reforma de la FP. Más de una década llevaba atascada una reforma de la Formación Profesional para conectar la FP reglada (la de los institutos de secundaria, que conduce a un título educativo) y la formación continua y ocupacional (los cursos que dan un certificado profesional expedido por Trabajo). Por fin, en octubre del año pasado, los ministros de Educación y Trabajo presentaron, juntos, una hoja de ruta para dar el impulso definitivo a los cambios.

De momento, el real decreto que debía poner en marcha la propuesta más llamativa -que los trabajadores puedan acreditar su experiencia, lo aprendido trabajando, para convalidarlo por una parte de los módulos de FP o de certificados de profesiona-lidad-, aún está en proceso de tramitación, aunque estaba previsto para enero.

- Estatuto docente. Un compromiso pendiente de la anterior legislatura es el estatuto que configurará una carrera profesional para los docentes de la enseñanza pública. La propuesta, donde se quedó, es la de que los profesores tengan dos vías para ascender profesional y retributivamente: a través de evaluaciones de su labor o, la clásica, por años de trabajo acumulado.

- Educación infantil. El otro gran impulso que se ha intentado dar en este año de legislatura está en la educación hasta tres años. El Plan Educa 3 arrancó el pasado mes de agosto y se prolongará hasta 2012 con un presupuesto de 1.087 millones de euros: la mitad aportada por el Gobierno y el resto por las comunidades. El objetivo es crear 300.000 plazas públicas de educación hasta tres años en ese periodo, pero las comunidades tendrán que crearlas con unos mínimos de calidad para recibir el dinero del plan. Ahora, la oferta sostenida con fondos públicos -no es una etapa gratuita; en la oferta pública, los padres pagan en función de su renta- apenas llega para cubrir el 20% de la demanda potencial.

- Educación para la Ciudadanía. Tras la sentencia del Supremo que el pasado mes de enero rechazó la posibilidad de objetar a la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, la polémica parece más agotada cada día. En cualquier caso, aún queda por resolver algún recurso en el Constitucional y la resistencia de los padres más aguerridos que amenazan con llevar el boicoteo "hasta sus últimas consecuencias".

sábado, 11 de abril de 2009

Final del mundial de filosofía: Alemania vs. Grecia.




Get a Voki now!

Tecnoaulas


La escuela del futuro debe desterrar de una vez por todas la caduca idea de autoridad. No puede consentirse que, desde que fue enunciada la idea de autonomía en la modernidad, aún se vincule la enseñanza a la heteronomía más descarada. El nuevo sistema educativo deberá centrarse en la autonomía del educando, de manera que se convierta a sí mismo en la única autoridad reconocida. Dos factores habrá que tener en cuenta: la libertad del educando y el entorno adverso al que deberá adaptarse. La clave conceptual del cambio gira en torno a un nuevo eje: la autodisciplina que vendrá a sustituir la añeja, caótica e inservible autoridad del profesor.

El primer paso será extraer al profesor del aula. Al principio habrá que ejercer cierta violencia sobre los docentes, pues bien es sabido por todo pedagogo que se precie que se trata de una casta especialmente reacia a las innovaciones, particularmente cuando son provechosas o efectivas. ¿Entonces se permitirá a los alumnos hacer lo que deseen durante unas, digamos, seis horas al día? Por supuesto que sí, sólo que harán lo que deseen en un entorno previamente diseñado y cuidadosamente planificado. Quien crea que eso es una limitación de la libertad que abandone toda idea de la misma, pues no existe entorno que no sea limitante. El hecho de que el entorno dependa de la acción de otras personas tampoco es un obstáculo teórico, pues siempre vivimos en entornos que dependen de la acción ajena, también en las actuales escuelas, y en los hospitales, las ciudades, las huertas o los parques naturales. La cuestión que se debate aquí es cómo debe ser el entorno para que el individuo se convierta en un ser autónomo, para que sólo obedezca las órdenes que él mismo se da.

Salvada esa resistencia del docente por abandonar el método de las clases magistrales y lucirse ante los alumnos (tan necesitado, ay, de admiración y cariño), dispondremos un nuevo tipo de espacio que vamos a llamar tecnoaulas.

La idea fundamental de las tecnoaulas es que el aprendizaje será personalizado y partirá del propio alumno. Para que ello sea posible, el profesor debe ser invisible. Más aún: no debe ni concebirse la idea del mismo. En las tecnoaulas se dispondrá de información interactiva en red para cada alumno, quien deberá seleccionar sus propias tareas. Eso sí, si escoge las tareas inadecuadas o muestra una actitud displicente se le aplicará una leve descarga eléctrica (en aumento si la actitud persiste). Es esencial que no se humanice el entorno, que ninguna voz humana explique qué ha pasado, qué se ha hecho mal y por qué. El alumno aprenderá por sí mismo a adaptarse a entornos hostiles (¿cuál no lo es?), a enmendarse a sí mismo. En definitiva, el alumno estará aprendiendo autodisciplina, la clave de todo éxito futuro. No tendrá a nadie a quien culpar de sus errores: no habrá nadie a quien dirigirse. Las tecnoaulas funcionarán bien si consiguen parecerse a la fatalidad. No debe haber ningún indicio de arbitrariedad, ni razonamiento de ningún tipo, sino sólo la mecánica e inexorable consecuencia que uno debe interpretar por sí mismo. Así, liberados de toda tutela, los alumnos aprenderán por sí mismos y sabrán mandar sobre sí antes que sobre los demás, al mismo tiempo que adquirirán una combinación de rígida autodisciplina y flexible capacidad de adaptación que garantizará su futuro éxito sentimental, cognoscitivo y (sí, ¿por qué no decirlo?) profesional.