sábado, 11 de abril de 2009

Tecnoaulas


La escuela del futuro debe desterrar de una vez por todas la caduca idea de autoridad. No puede consentirse que, desde que fue enunciada la idea de autonomía en la modernidad, aún se vincule la enseñanza a la heteronomía más descarada. El nuevo sistema educativo deberá centrarse en la autonomía del educando, de manera que se convierta a sí mismo en la única autoridad reconocida. Dos factores habrá que tener en cuenta: la libertad del educando y el entorno adverso al que deberá adaptarse. La clave conceptual del cambio gira en torno a un nuevo eje: la autodisciplina que vendrá a sustituir la añeja, caótica e inservible autoridad del profesor.

El primer paso será extraer al profesor del aula. Al principio habrá que ejercer cierta violencia sobre los docentes, pues bien es sabido por todo pedagogo que se precie que se trata de una casta especialmente reacia a las innovaciones, particularmente cuando son provechosas o efectivas. ¿Entonces se permitirá a los alumnos hacer lo que deseen durante unas, digamos, seis horas al día? Por supuesto que sí, sólo que harán lo que deseen en un entorno previamente diseñado y cuidadosamente planificado. Quien crea que eso es una limitación de la libertad que abandone toda idea de la misma, pues no existe entorno que no sea limitante. El hecho de que el entorno dependa de la acción de otras personas tampoco es un obstáculo teórico, pues siempre vivimos en entornos que dependen de la acción ajena, también en las actuales escuelas, y en los hospitales, las ciudades, las huertas o los parques naturales. La cuestión que se debate aquí es cómo debe ser el entorno para que el individuo se convierta en un ser autónomo, para que sólo obedezca las órdenes que él mismo se da.

Salvada esa resistencia del docente por abandonar el método de las clases magistrales y lucirse ante los alumnos (tan necesitado, ay, de admiración y cariño), dispondremos un nuevo tipo de espacio que vamos a llamar tecnoaulas.

La idea fundamental de las tecnoaulas es que el aprendizaje será personalizado y partirá del propio alumno. Para que ello sea posible, el profesor debe ser invisible. Más aún: no debe ni concebirse la idea del mismo. En las tecnoaulas se dispondrá de información interactiva en red para cada alumno, quien deberá seleccionar sus propias tareas. Eso sí, si escoge las tareas inadecuadas o muestra una actitud displicente se le aplicará una leve descarga eléctrica (en aumento si la actitud persiste). Es esencial que no se humanice el entorno, que ninguna voz humana explique qué ha pasado, qué se ha hecho mal y por qué. El alumno aprenderá por sí mismo a adaptarse a entornos hostiles (¿cuál no lo es?), a enmendarse a sí mismo. En definitiva, el alumno estará aprendiendo autodisciplina, la clave de todo éxito futuro. No tendrá a nadie a quien culpar de sus errores: no habrá nadie a quien dirigirse. Las tecnoaulas funcionarán bien si consiguen parecerse a la fatalidad. No debe haber ningún indicio de arbitrariedad, ni razonamiento de ningún tipo, sino sólo la mecánica e inexorable consecuencia que uno debe interpretar por sí mismo. Así, liberados de toda tutela, los alumnos aprenderán por sí mismos y sabrán mandar sobre sí antes que sobre los demás, al mismo tiempo que adquirirán una combinación de rígida autodisciplina y flexible capacidad de adaptación que garantizará su futuro éxito sentimental, cognoscitivo y (sí, ¿por qué no decirlo?) profesional.

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