domingo, 1 de noviembre de 2009

San Francisco y el hermano Junípero



El hermano Junípero representa una versión extrema del santo. Junípero expresa el ideal de la inocencia, tan cara al franciscanismo espiritual. El antintelectual Francisco de Asís es capaz de recibir en la orden a oligofrénicos como nuestro inconcebible Ginepro, cuya inocencia crea problemas a los hermanos de la orden; es, a pesar de las malas consecuencias de algunas de sus acciones, el bien radical. O la ausencia total de maldad. Bien es sabido que para el santo Francisco era más importante la oración (y la predicación, los actos de caridad y la contemplación mística de Dios) que el estudio. El ideal de pureza evangélica (Cristo como maestro de vida, Francisco como alter Cristus) se ve perfectamente plasmado en la figura del hermano Junípero, que representa la ausencia total de malicia, la bondad espontánea. Nadie es más humilde. Junípero lleva la humillación de su persona ante los demás hasta el desprecio más extremo hacia sí mismo. No guarda rencor ni al que atenta contra su vida, ni hace nada por evitarlo.

¿Por qué es más santo Francisco que Junípero? Este último es débil mental. Quizá entendamos que su inocencia tiene menos mérito que la del santo, que siente grandes resistencias y las supera con esfuerzo. El santo Francisco sale de su posición social acomodada y debe aprender la pobreza y la humildad mediante el amor divino y una severa disciplina (los arrebatos místicos contemplativos y la máxima actividad de los viajes se alternan en su vida). San Francisco de Asís se ha vencido a sí mismo, como cuando se esfuerza en abrazar a un leproso, por los que reconoce haber sentido una casi invencible aversión. Eso es lo que le falta al bueno de Junípero. Todo en él es espontáneo. Es cándido como los pájaros cantores que rodean a San Francisco y que lo escuchan mansamente. En realidad, Junípero parece un ser natural como los pájaros, más que un corrupto humano (el animal enfermo), y en ese sentido representa un ideal de inocencia perdida. Es el arbusto de su mismo nombre, un enebro de hoja siempre verde y que se exhibe con humildad a la mirada del caminante.

Su bondad vence todo obstáculo, desarma a los demás como el Schwejk de Jaroslav Hašek (aunque en éste la inocencia es una impostura). Lo que en San Francisco es producto del trabajo sobre sí mismo, de la penitencia y los arrebatos divinos, en Junípero es naturaleza. Por eso el bobo no necesita arrebatos, se conduce con una desastrosa bondad natural que con frecuencia produce estragos entre los demás, como las intervenciones de Don Quijote, su reverso especular. Junípero siempre es reprendido por sus propios hermanos (y por los demás hombres) por las consecuencias de sus actos de caridad antes de que se reconozca la pureza de sus intenciones. El dilema de su santidad radica en que parece más una fuerza de la naturaleza que un ser humano. Junípero es amoral. Su falta de culpa se acerca a la falta de voluntad. No está para ser santificado, ni para servir de modelo de vida a los demás, sino que es la naturaleza en la que el casi panteísta Francisco quiere instalarse y que pretende convertir en su hogar para estar más cerca de Dios durante esta transitoria vida.

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